En el mito, Platón relata la existencia de unos hombres cautivos desde su nacimiento en el interior de una oscura caverna. La luz que ilumina el antro emana de un fuego encendido detrás de ellos, e…
Siguiendo con el mito de la Caverna de Platón, El profesor Tomás Moreno, para la sección, Microensayos, del blog Ancile, trae la entrada que lleva por título: La alegoría de la caverna. Hermeneútica. HERMENÉUTICA DE LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA II. LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA. HERMENÉUTICA La riqueza de la "alegoría" platónica de la caverna no se reduce a esta única interpretación, que antes hemos expuesto. Las claves interpretativas son múltiples. Veamos algunas posibles: En el "mito de la caverna" vemos representada, en clave ontológica, la concepción metafísica de Platón con su división de la realidad en dos regiones o mundos ontológica o entitativamente diferentes: el mundo visible o sensible (cosmos aiszetós o caverna) y el mundo inteligible (cosmos noetós, exterior a la caverna). El mundo de las apariencias y el mundo de la verdadera realidad ontológica. El fuego que produce las sombras tiene un poder similar al del Sol en nuestro mundo de apariencias: su luz nos permite conocer el mundo. El exterior de la caverna es el mundo inteligible al que accede nuestra alma mediante la razón. La Idea fundamental del mundo inteligible es la Idea del Bien que tiene una función semejante a la que tiene el Sol en el mundo sensible: su luz nos permite conocer el resto de las Ideas. Además el Sol del mundo visible es la causa de los seres y la Idea del Bien da el ser a las demás Ideas. Así, la Idea de Belleza recibe su ser de participar de la Idea del Bien. El relato puede interpretarse en clave epistemológica –en conexión con el pasaje que precede inmediatamente a la alegoría de la caverna (libro VI, 509d - 511e)- los grados de conocimiento en relación con los grados del ser, representándolos sobre una línea cortada en segmentos. A partir de la distinción entre los dos ámbitos de la realidad: Mundo visible (o de la génesis y el cambio) y Mundo Inteligible (o de la ousía, verdadera realidad esencial), Platón señala cuatro grados de conocimiento posibles o escalones para ir ascendiendo y progresando en sabiduría, delimitados espacialmente con precisión, y que se corresponden fiel y geométricamente con los distintos géneros de ser existentes en cada zona del espacio interior o exterior de la caverna: En primer lugar, la zona de las sombras o imágenes del mundo proyectadas en la pared del fondo de (ámbito de la EIKASIA, imágenes-conjeturas, mundo del Arte, grado inferior de la DÓXA u OPINIÓN). En segundo lugar, la zona que se extiende entre los prisioneros y el fuego (ámbito del conocimiento sensible, de las PISTIS, sensaciones, mundo de la Física, de los seres o cosas naturales). El prisionero es liberado y obligado a volver su cabeza hacia el fuego y los objetos transportados, pero no los puede ver con claridad por causa del deslumbramiento (515 c 4-c 5). Este otro nivel se corresponde con el grado superior de la DÓXA u OPINIÓN), la creencia, que se corresponde con la Física. Es, podríamos decir, la boca o abertura de la caverna. El espacio del mundo exterior, visible a la luz nocturna de la luna o las estrellas al que el prisionero liberado es llevado y en donde percibe las sombras y reflejos de esos objetos o seres (515e 6-516a 7) se corresponde con el primer nivel de la (EPISTEME o CIENCIA), el estudio de los objetos matemáticos (ámbito de la DIANOIA, Razón discursiva, de las Matemáticas, "ideas” o “conceptos” matemáticos, números y figuras,). El espacio exterior a la caverna iluminado por el cielo diurno o la luz del Sol (ámbito de la NOESIS, Razón intuitiva, de las “Ideas en sí” o verdaderas realidades: (516 a 8). Es el mundo de la Dialéctica. “Y después de esto, colegirían ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían” (516 b 4-c 2). Este es el conocimiento de la Idea Suprema, la Idea del Bien. El mito es también explicable desde una interpretación ético-pedagógica como una alegoría de la educación del alma ("paideia") en su búsqueda de la verdad y del bien o la virtud. El logro del conocimiento y de la virtud exige un esfuerzo ascético (ascender dificultosamente, con esfuerzo, por el "camino escarpado" que lleva al mundo exterior, que nos hace ascender/progresar desde la simple apariencia de las ideologías imperantes y de sus informaciones (sombras, reflejos) hasta ir alcanzando grados de saber superiores: el conocimiento y la sabiduría). Es la filosofía o la dialéctica la encargada de educarnos para ese objetivo. Únicamente los que conocen la Idea del Bien están preparados para gobernar, desprecian el mundo de la política y sólo desean permanecer dedicados al estudio y la verdad hasta los cincuenta años. La educación tiene un carácter liberador: debe curar del error (función de la ironía socrática) y dirigir hacia la luz (función de la mayéutica). Sólo eso: no pretende infundir el saber (como los sofistas), sino únicamente orientar al discípulo en la buena dirección, para que uno lo descubra por sí mismo. Cabe también una Interpretación Político-social y otra Antropológico-Escatológica. Se nos indica en el relato cual debe ser la misión y la función política del filósofo en la sociedad. Sócrates, el narrador, es consciente de que una vez en el mundo real de la ideas el filósofo preferiría morir antes que volver a tener que sufrir una vida semejante: a los que han conocido la verdadera realidad (las ideas, el Bien) les costará mucho descender de nuevo a la caverna. Pero el filósofo liberado no debe aislarse en su torre de marfil, en la estética contemplación de la realidad, sino compadecerse de sus antiguos compañeros, consciente de que es su deber moral asumir un compromiso político liberador: "descender a la caverna de la política" y tratar allí de imponer la racionalidad y el sentido de la verdad y de la justicia. Debe comprometerse con los hombres explotados, ignorantes, alienados, manipulados, encadenados por la injusticia y por la mentira y tratar de ayudar a liberarlos de sus cadenas. Sin embargo, al regresar a la caverna y desenvolverse en el mundo de las sombras ya no será capaz de ver en la oscuridad, ni de desenvolverse en ese oscuro mundo donde lo que importa no es la verdad sino la mentira. El mundo de las sombras se les aparecerá como extraño: y contemplará con cierto escepticismo todos los “honores y elogios” que dentro de la caverna se tributan unos a otros. Si intentase acostumbrarse de nuevo a las tinieblas terminaría por hacer el ridículo y considerarían que se ha estropeado los ojos. Si al filósofo se le ocurriese desatarlos y conducirlos hacia la luz lo matarían (Sócrates, Monseñor Romero, Ignacio Ellacuría, Gandhi, Martin Luther King serían un buen ejemplo de tal tipo de conducta y de sus trágicas consecuencias). Por otra parte, la distinta actitud de los prisioneros de la caverna puede mostrarnos las diversas formas que tienen los individuos de instalarse en su medio político-social: unos mostrarán un evidente conformismo con su situación, asumiendo con naturalidad sus cadenas, su pasividad ante la opresión, su espíritu de rebaño y sumisión, su miedo a la libertad (Erich Fromm), su "bienestar" y "felicidad" en un mundo social que es una prisión. No faltan, en este sentido, aquellos que interpreten esa situación de los encadenados como a la espera resignada de un mesías salvador, de un elegido, que los salve de su opresión y los libere de sus cadenas. Otros, por el contrario, harán gala de su rebelión y de su lucha por liberarse por sí mismos de las cadenas y de los muros que los aprisionan y por acceder a la libertad del mundo exterior sin esperar que nadie los redima de su esclavitud o de su aceptada “servidumbre voluntaria” (La Boetie). Y ello sólo será posible mediante la "paideia": la educación, la cultura. La existencia además otros enigmáticos personajes en el relato, sugiere también alguna reflexión política: ¿Quiénes son, por ejemplo, los "porteadores"? ¿A quién o a quienes sirven? ¿Qué pretenden con sus engaños? ¿Son ellos, a su vez, también manejados por otro/s manipulador/es? Se trata de las ideologías hegemónicas en una determinada sociedad que tratan de imponer sus visiones de la realidad a todos los habitantes de la sociedad-caverna; representan el Sistema, lo políticamente correcto que trata de imponerse a todos mediante los medios más efectivos en cada época: escuela, universidad, ideologías religiosas/metafísicas, instituciones etc.. Son sin duda, pues, los ideólogos de todas las sociedades, la clase epistémica monopolizadora en cada época del saber y del sistema establecido: chamán, mandarín, sofista, filósofo, teólogo, imán, investigador científico, profesor moderno, intelectual orgánico, la comunidad científica y los escritores y comunicadores de los mass media[1]). En la alegoría o mito se ilustra perfectamente la concepción antropológico-escatológica de Platón, su concepción dualista del hombre: el hombre como ser dual, constituido por dos sustancias irreductibles entre sí: cuerpo-alma, "soma-sema", "cuerpo-prisión" del alma. El alma sólo puede liberarse de ella a través de un camino de "purificación". A esta categoría pertenecerían también algunos intérpretes que han visto en la alegoría de la caverna una ilustración del "Mito órfico" del "Alma caída" y aquellos otros que, desde el psicoanálisis, han utilizado para interpretarla el símil de la expulsión del útero materno en la que se realiza a la perfección la clásica dialéctica entre sombra y luz, el mundo intrauterino velado y en penumbras, en el que se escuchan sólo los ecos de las voces y el mundo extrauterino, lleno de sonidos, ruidos y de luminosidad. Presentan no obstante importantes diferencias: el nacimiento es más una expulsión que una liberación y el retorno o regressus ad uterum es inviable, absolutamente imposible (cont.). TOMÁS MORENO [1] Carlos París, Ética radical. Los abismos de la actual civilización, Tecnos, Madrid, 1912, p. 220.
La Alegor��a de la Caverna es una historia del Libro VII en la obra maestra de la Rep��blica del fil��sofo griego Plat��n, escrita en 517 a....
La alegoría de la caverna platónica ha sido ejemplificada y usada a las teorías del conocimiento. Grosso Modo diré que los hombres se en...
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Fotos tomadas en Ginebra, Valle del Cauca, Colombia. Platycerium superbum (Helecho cuerno de ciervo) Platycerium bifurcatum (Helecho cuerno de alce)
Esto forma parte del libro "La República", escrito por el mismo Platón, es este se narra una historia ficticia, el cual ayuda a ...
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Con el título, La influencia de la alegoría de la caverna en la literatura occidental, proseguimos para la sección, Microensayos, del blog Ancile, la temática interesantísima de la caverna platónica y sus influencias, y todo bajo la directriz del filósofo Tomás Moreno. LA INFLUENCIA DE LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA EN LA LITERATURA OCCIDENTAL La literatura occidental no ha sido ajena a la utilización de la imagen de la cueva o caverna, antro o mazmorra, con resonancias mítico-platónicas. Alegorías fundadas en un relato acerca de una caverna o similares han sido muy numerosas en su seno, desde la mazmorra calderoniana de “la vida es sueño”, en donde Segismundo, su angustiado personaje, encadenado desde su nacimiento nos trae a la memoria a los prisioneros de la caverna, al mostrase como aquellos incapaz de discriminar entre la realidad y la ficción, el sueño y la vigilia, hasta el relato de “la cueva de Montesinos” de Don Quijote (II, 22). También en la literatura más moderna esos y otros aspectos y dimensiones de la alegoría platónica tendrán su presencia en la misma, como es el caso de algunas obras dramáticas como la de Pirandello, “Seis personajes en busca de autor”, o Los días felices de Samuel Beckett. Incluso en la literatura más cercana a las inquietudes de los niños y jóvenes, como por ejemplo Las Crónicas de Narnia de C. S. Lewis,[1] o en la literatura de misterios y enigmas desarrollados en la Atenas clásica de Platón, como La caverna de las ideas, del escritor cubano y español José Carlos Somoza, se nos ofrecerán determinadas cuestiones que evocan influencias platónicas. El tema, en concreto, de la incapacidad de discriminar entre el sueño y la realidad, es, sin lugar a duda, uno de los motivos más tratados por nuestro gran pensador Miguel de Unamuno en ensayos (La vida es sueño, de 1898), novelas (Niebla) y fundamentalmente en su Vida de don Quijote y Sancho. En esta última, la cuestión reaparece con un tono profundo y metafísico, llevando al filósofo bilbaíno a preguntarse: “¿Será acaso también sueño, Dios mío, este tu universo, de que eres la conciencia eterna e infinita? ¿Será un sueño tuyo? ¿Será que nos estas soñando? ¿Seremos sueño tuyo, nosotros los soñadores de la vida? Y si así fuese, ¿qué será del Universo todo, que será de nosotros, qué será de mi cuando Tú… despiertes?” De igual manera que también lo hace la novela homónima de José Saramago, La Caverna[2]. Para el premio Nobel portugués esa mítica caverna será identificada con los grandes centros comerciales: los auténticos templos del consumismo que esclavizan y alienan a los individuos. José Saramago hace una especie de alegoría del mercado, en el que las mercancías-fetiches se convierten en un nuevo objeto de culto e idolatría, y sus templos –las Grandes superficies comerciales- sustituyen a lo sagrado tradicional, ocupando el lugar vacío dejado por sus dioses, rituales y creencias religiosas al marcharse –como ya profetizara un siglo antes Nietzsche, el adalid y profeta de la muerte de Dios- propiciado y legitimado por un laicismo hegemónico y dominante, que penetra todos los espacios e intersticios de las ricas y desarrolladas sociedades occidentales. Se diría que los escaparates de los Grandes Almacenes de nuestras modernas ciudades, cavernas de la época contemporánea, vienen a configurarse como una especie de inmenso caleidoscopio donde, al igual que en la alegoría de Platón, los prisioneros-consumidores creen ver y describir las cosas reales cuando solamente ven y describen sus sombras o apariencias[3]. También Jorge Luis Borges ha tratado de evocar e imitar la fuerza alegórica del mito de la caverna en su relato “Las ruinas circulares” (Ficciones), aunque no de manera directa y explícita, sino sugerida e indirectamente evocada. En su narración, influenciado por el idealismo de Berkeley y por Schopenhauer, el escritor argentino desarrolla el tema de la dificultad existente para diferenciar los siempre confusos límites entre la realidad y la ficción, para distinguir el mundo como sueño e ilusión del mundo como verdad o realidad o, en fin, la posible condición de mero fantasma o simulacro de los hombres: “No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo!”[4]. Si todo es sueño, también nosotros podemos ser el producto de otro que nos sueña: “Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo”[5]. No otra cosa afirmará en otro genial libro suyo, cuando escribe en uno de sus relatos (“Avatares de la tortuga”) lo siguiente: “Admitamos lo que todos los idealistas admiten: el carácter alucinatorio del mundo. Hagamos lo que ningún idealista ha hecho: busquemos irrealidades que lo confirmen. Las hallaremos creo en las antinomias de Kant y en la dialéctica de Zenón”.[6] Pero es, sobre todo, en uno de sus más sugestivos cuentos, el titulado “Esse Est Percipi” -escrito en colaboración con A. Bioy Casares e incluido en su obra conjunta Cuentos de H. Bustos Domecq” (1985)- donde se plantea una singular recreación de la situación -narrada por Platón en el comienzo del Libro VII de su República- en la que se encuentran los prisioneros de la mítica caverna platónica al contemplar y percibir la ficción ilusoria de las sombras e imágenes proyectada en la pared del fondo de la caverna como única y verdadera realidad.[7] Se nos relata en dicho cuento la situación de estupor en la que, de repente, cae un aficionado al futbol, cuando se apercibe de que el estadio de la capital en el que hasta hace muy poco tiempo la tv. y la radio retransmitían los partidos disputados en tan emblemático recinto, ha desaparecido. Alarmado, acude a pedir explicaciones a un mánager o responsable futbolístico, antiguo conocido suyo, elogiando –para romper el hielo inicial- la espectacularidad del último gol del equipo así como la maestría de los jugadores Zarlenga, Parodi o Limardo. El mánager le responde que estos jugadores son pura ficción, que él mismo inventó sus nombres para poder retransmitir los ilusorios partidos. Ante la incredulidad de su aficionado amigo, continúa su sorprendente revelación de esta manera: “- ¿Cómo? ¿Usted cree todavía en la afición y en los ídolos? ¿Dónde ha vivido, don Domecq? -¿Debo deducir que el “score” se digita? -No hay “score” ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de futbol se jugó en esa capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento el fútbol al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una caverna o de actores con camiseta ante el ‘cameraman’. -Señor, ¿quién inventó las cosas? –atinó a preguntar el aficionado. -Nadie lo sabe. Tanto valdría pesquisar a quien se le ocurrieron primero. Las inauguraciones de escuela y las visitas fastuosas de testas coronadas son cosas que no existen fuera de los estudios de grabación y de las redacciones. Convénzase, Domecq, la publicidad masiva es la contramarca de los tiempos modernos. -¿Y la conquista del espacio? –gimió el aficionado. -Es un programa foráneo, una coproducción yanqui-soviética. Un laudable adelanto, no lo neguemos, del espectáculo cientificista. -¿Entonces –masculló el aficionado- en el mundo no pasa nada? […][8] No podemos dejar de señalar, ubicados como estamos por este último relato en la tierra de Borges, Buenos Aires, de aludir a una especie de minirrelato de uno de las grandes escritores argentinos del pasado siglo y del actual, Ricardo Piglia, incluido en una de sus novelas más apreciadas por críticos y público, Respiración artificial. En ella, y puesta en boca de uno de sus personajes, se cuenta esta sugestiva y tierna historia, con evidentes remembranzas del “mito de la caverna platónica” y del “filósofo” que retorna para dar noticia de su extraordinario descubrimiento, tras escapar de la caverna, a sus antiguos compañeros. Dice así: “Una vez estuve internado en un hospital, en Varsovia. Inmóvil, sin poder valerme de mi cuerpo, acompañado por una melancólica serie de inválidos. Tedio, monotonía, introspección. Una larga sala blanca, una hilera de camas, era como estar en la cárcel. Había una sola ventana, al fondo. Uno de los enfermos, un tipo huesudo, afiebrado, consumido por el cáncer, había tenido la suerte de caer cerca de ese agujero. Desde allí, incorporándose apenas, podía mirar hacia fuera, ver la calle. ¡Qué espectáculo! Una plaza, agua, palomas, gente que pasa. Otro mundo. Se aferraba con desesperación a ese lugar y nos contaba lo que veía. Era un privilegiado. Lo detestábamos. […] Por fin murió. Después de complicadas maniobras y sobornos conseguí que me trasladaran a esa cama al final de la sala y pude ocupar su sitio. Desde la ventana solo se alcanzaba a ver un muro gris y un fragmento de cielo sucio. Desde la ventana solo se alcanzaba a ver un muro gris y un fragmento de cielo sucio. Yo también, por supuesto, empecé a contarles a los demás sobre la plaza y sobre las palomas y sobre le movimiento de la calle. ¿Por qué se ríe? Tiene gracia, me dice Renzi. Parece una versión polca de la caverna de Platón”[9], Se trata de uno más de los innumerables ejemplos de la enorme influencia de la Alegoría de la caverna en la cultura, la filosofía, la literatura y el arte occidentales[10] (cont.). TOMÁS MORENO [1] En efecto, al final del último libro (el capítulo 7º, “La última batalla”) se hace referencia a la alegoría platónica al mostrarnos cómo “la tierra de las sombras” a la que los niños han arribado tras la destrucción de Narnia no era más que una pálida imitación del mundo eterno e inmutable en el que ahora moran. [2] J. Saramago, La caverna, Alfaguara, Madrid, 2001. [3] Mariano Arias, “El mito de la caverna. A propósito de Saramago y el mito de la caverna de Platón”, Eikasía, Revista de Filosofía, año III, 13 (Septiembre 2007) p. 29. En su opinión la novela de Saramago “La Caverna” es más deudora de la obra de Kafka (EL Castillo) que de la propia narración platónica. [4] Jorge Luis Borges, Ficciones, Alianza Emecé, Madrid, 1988, p. 68. [5] Ibid, p. 69. [6] Jorge Luis Borges, Discusión, Alianza Emecé, Madrid, 1983, p. 116. [7] Que no sólo se inspira en el relato platónico de la caverna del IV a, de C., o ejemplifica sólo con nombrar su título la teoría idealista Berkeleyana del conocimiento humano, sino que, además, anticipa relatos virtuales cinematográficos del siglo XX tan universalmente conocidos com El Show de Truman o el mundo de Matrix y otros. [8] J. L. Borges y A. Bioy Casares, Cuentos de H. Bustos Domecq, Seix Barral, Barcelona, 1988. Cfr. “Esse est Percipi” de Michel Hubert Lepicouché, en “La caverna de Platón” (Javier Llores, Francis Gutiérrez, Paco Lara-Barranco) Catálogo, Galería Kernel, Cáceres, 12, noviembre 2016. [9] Ricardo Piglia, Respiración artificial, Fondo Editorial Casa de las Américas, la Habana, 200, p. 138. [10] Sobre la presencia del mito platónico en la literatura occidental véase: Fernando Eco Paratti en su espléndido ensayo, del que hemos tomado el anterior microrrelato de Piglia, :“Resonancias desde el fondo de la caverna: del mito platónico en la literatura”, Palabra viva-La Letra del escriba-Revista de literatura y libros.html
Fotos tomadas en Ginebra, Valle del Cauca, Colombia. Platycerium superbum (Helecho cuerno de ciervo) Platycerium bifurcatum (Helecho cuerno de alce)
Animación narrada por Orson Welles ilustra la famosa alegoría de Platón sobre un mundo ilusorio del cual es necesario liberarse para percibir la luz narrada.
Platón intenta explicar la situación en la que se encuentra el ser humano en relación al conocimiento.
El libro VII de la República comienza con la exposición del conocido mito de la caverna, que utiliza Platón como explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría explicada al final del libro VI. Información del libro: Nombre del libro: El mito de la Caverna Autor: platón Idioma original: griego
El mito de la caverna de Platón describe una situación ficticia, que servía como ejemplo para comprender la concepción que tenía sobre la relación entre lo físico y las ideas.
La alegoría de la caverna (también conocida como mito de la caverna) se trata de una explicación metafórica, realizada por el filósofo griego Platón que plantea la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento. En ella, Platón explica cómo podemos captar la existencia de los dos mundos: el mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible (sólo alcanzable mediante el uso exclusivo de la razón). Platón nos narra que en una caverna hay un grupo de
Alegoría de la caverna - Platón - Filosofía
Salir de la caverna hoy para mí tiene que ver con una relectura de la alegoría platónica, en no pensar en que uno alcanza una realidad verdadera sino que hoy salir de la caverna sería despojarte de aquella cotidianeidad que das por supuesta y entonces entrar en una caverna mayor, una caverna mayor que al principio se te presenta con toda su diferencia con respecto a la anterior y te brinda respuestas nuevas, pero que lentamente también vas entendiendo que se trata de otro dispositivo, por eso creo que una pedagogía emancipatoria hoy en el mundo de la educación tendría que tener que ver más con inspirar a los estudiantes a estar saliendo permanentemente de cavernas, salir de la caverna es un ejercicio permanente, una revolución permanente.
El mito de la caverna de Platón es una de las grandes alegorías de la filosofía idealista que tanto ha marcado la manera de...
Four years ago in the Bronx, I taught Plato’s “Allegory of the Cave” in a first-year writing course. New York City was still emerging from the impact of Hurricane Sandy, and the trauma of unanticipated change was very much on all of our minds that spring. “Allegory” was a required text in this stude...
El mito de la caverna es una alegoría sobre el conocimiento. En ella se muestra al ser humano encadenado dentro de una caverna desde su nacimiento, donde lo...
Esto forma parte del libro "La República", escrito por el mismo Platón, es este se narra una historia ficticia, el cual ayuda a ...
El mito de la caverna de Platón es una metáfora filosófica que ilustra hasta qué punto vivimos en una sociedad donde lo que percibimos es simple ficción.
El mito de la caverna de Platón es una metáfora filosófica que ilustra hasta qué punto vivimos en una sociedad donde lo que percibimos es simple ficción.