5月1日、前日の都をどりの千秋楽を終えて、舞妓さんたちは八坂神社に終了奉告祭に向かわれました。 今年初の真夏日を記録したこの日、暑い中八坂神社に勢揃いさ...
Wearing it on the face, says Ōtautahi master carver and tohunga moko Riki Manuel, shows a great commitment to the culture: it is an indelible part of how the world sees you as a person.
in a costume made by castle corsetry
Deep in the heart of Africa’s Great Rift Valley, where the ear...
This magnificently produced book provides a priceless record of a unique and increasingly fragile way of life, one threatened by conf...
A vintage postcard from the early 1940s.
Mayan
German photographer Hans Silvester spent 5 years documenting the body art of the people of the Omo valley in Ethiopia. Using natural earth pigments with water, they paint themselves up to three times a day. Adding native leaves and plants to further enhance the designs.... Adornment of the body is nothing new! Many cultures use flowers and designs from nature in fashion. -Arcimbaldo And nature itself has been elevated to art. Fashion, nature and art are intertwined...influencing each other and morphing to make new designs and trends. Painted faces Silvester shows us timeless designs and colors. Images that are interpreted today through fashion and art. Similarities of past and present. The tilt of the head.... -Carravagio So reminiscent of a Bacchian painting. The stare of this girl...so powerful and mesmerizing... -Vermeer Art, nature and fashion......inseparable . Remember, nothing is new. Look around your home and find influences of past cultures....an oriental rug, accent pillow or antique incised picture frame..old as the earth, but re-interpreted by each generation!
The Ainu are an ancient nation, who lived in Russia and Japan and originated about 13,000 years before the Common Era. The women applied unusual...
Rising Canadian model Danielle Knudson turns heads everywhere in Guess spring 2014 campaign...
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アイヌ民族の歴史は古く、およそ13世紀ごろには現代のロシアと日本にまたがる地域で暮らしていたと言われている。 独自の文化を持っていたアイヌは、自分たちではどうにもできない自然の事象や、有用な物品や動植物にも神の存在を見いだし、祈りや儀式を行う暮
Now and Hereの画像
東山・祇園・北白川での風に吹かれて旅人さんの旅行記です。
The Smiling Tattoos of the Ainu Women
Imagen en el archivo Juan José Guerra Pinto Misteriosa mrada de esta hermana originaria Dos piezas escultóricas indígenas hermanadas, como los mitos que les presentamos Museo Histórico Casa La Blanquera- San Carlos, Cojedes (Archivo del maestro Amilcar Alejo) JEBU NABARAO En el fondo de las aguas-cuentan los warao- habitan los nabaraos, duendes acuáticos semejantes a los hombres. Bajo las corrientes del Orinoco, por las noches, se deslizan como peces, como reptiles. En el fondo del agua, los nabaraos viven como los indios. Hacen sus sementeras, tienen sus cultivos, cortan leña y salen a pescar. Sin embargo, las cosas de su mundo misterioso se parecen poco a las cosas de la Tierra. Allí el sol alumbra distinto, los árboles están cuajados de peces en vez de hojas y flores, los caimanes y los tiburones y las culebras de agua son tan mansos como para montarse sobre ellos. Para hacer el mar, Jebu Nabarao, el Nabarao-Ballena, padre de los nabaraos, abrió un hoyo en el suelo. Después se metió debajo de la tierra y fue abriendo subterráneos, cortando todos los árboles y arrancando todas las raíces. Cuando el hoyo estaba muy hondo y muy ancho, salió agua y se formó el Gran Río –el mar-. Y la ballena se metió dentro para siempre. AKARAPICHAIMÁ Lisandro Alvarado recogió una versión de este mito de la nación pemón, pueblo del tronco caribe que habita la Gran Sabana, en sus investigaciones etimológicas de comienzos de siglo. Su belleza es indiscutible y puede figurar con holgura entre los más hermosos de nuestra tradición aborigen. Fray Cesáreo de Armellada, en su obra Taurón Pantón, incluye una transcripción parecida aunque con ligera variantes de trama y desenlace. Según el misionero, parece ser una alegoría del sol y de la luna, del día y de la noche, que reafirma la creencia de que los indios se sienten descendientes del sol. Los pemón aún lo cuentan, con leves cambios que hemos acogido aquí respetando el espíritu de los textos de los ilustres polígrafos. “Un hombre llamado Akarapichaimá (*) acechaba al pie de un árbol a Waromá, la gran rana, que estaba en la copa. “Si me atrapa Akarapichaimá –dijo la rana- lo arrojo al mar’. El hombre la cogió, pero Waromá, asiéndolo, lo lanzó al mar y nadó con él hacia una isla donde lo abandonó. Lo dejó debajo de un árbol. Allí vivía un zamuro que lo llenó de estiércol mientras dormía. En la isla hacía frio y el hombre tiritaba. Kaiwonó, el lucero de la mañana, lo halló cubierto de estiércol de zamuro y fétido. ‘Llévame al cielo’, rogó el hombre al lucero. Y éste contestó: ‘No te puedo subir. No me has dado nada todavía. En cambio al sol le has dado siempre tortas de casabe’. Entonces vino Kapui, la luna. Akarapichaimá rogó a Kapui que lo llevase a su morada, pero tampoco ésta quiso llevárselo porque él había dado al sol muchas tortas de casabe y a ella nada. Akarapichaimá le pidió entonces fuego, pues se atería. Pero tampoco eso le concedió la luna. Y cada vez más lo estercolaba al zamuro. Vino entonces Weí, el sol. Fue una dicha para él, pues a éste había dado muchas tortas de casabe. El sol lo metió en su canoa. Hízole bañar y recortar los cabellos por sus hijas. Lo hizo remozar completamente. Weí quería tenerlo por yerno. Dudó Akarapichaimá que Weí fuese el sol y le rogó que llamara a éste para calentarse. Era muy temprano y aún el sol no tenía fuerza, por eso Akarapichaimá había dudado. Weí se puso su tocado de plumas de loro. Akarapichaimá fue de espaldas a sentarse en la canoa. Weí le dijo: ‘Voltéate’. Cuando él se volvió, Weí se puso sobre el tocado de plumas un sombrero de plata y le colocó orejeras de élitros de escarabajo. Con esto se recalentó (porque el día había subido). Weí dio así calor al hombre, pero éste sufrió entonces del bochorno. Weí le condujo consigo, aún más lejos hacia arriba, y le dio vestidos. Akarapichaimá no sufrió más el calor. Weí quiso hacerlo su yerno. Le dijo: ‘Te casarás con una de mis hijas, pero no te dejes seducir por ninguna otra mujer’, y se detuvo en una maloca y saltó con sus hijas a tierra y entró en la casa. Ordenó a Akarapichaimá no abandonar la canoa y no enamorarse de otra mujer. Akarapichaimá sin embargo saltó a tierra. Allí le encontraron unas mozas, hijas del zamuro, a quienes halló muy lindas y se enamoró de ellas. Weí y sus hijas no supieron eso, pues se habían ido de la casa. Cuando regresaron a la canoa, lo encontraron retozando en medio de las hijas del zamuro. Las hijas del sol lo regañaron. Después Weí, enojado, le dijo: ‘Si hubieras seguido mi consejo y te hubieras casado con una de mis hijas, hubieras quedado como yo, siempre joven y bello. Ahora quedarás joven y bello sólo por un tiempo, y de resto, viejo y feo’. Al otro día, temprano, partió Weí con sus hijas y desentendióse de Akarapichaimá mientras dormía. Cuando éste despertó, se halló en medio de los zamuros, viejo y feo, tal cual lo había dicho Weí. Las hijas del sol se dispersaron, y ahora alumbran el camino de los muertos. Akarapichaimá casó con una hija del zamuro, y se hizo a su vida. Fue nuestro antepasado, el padre de todos los indios. Por eso vivimos ahora así, jóvenes y hermosos por poco tiempo, y luego viejos y feos”. Nota: Textos transcritos de: Costado Indio de Gustavo Pereira, publicado por la Biblioteca Ayacucho (Caracas, 2001)