The Atlanta Symphony struggles, a one-handed pianist graduates and the music of John Cage continues.
Beethoven's Fifth is arguably the most famous symphony of all time. But how much of it do you know? And are you really singing the opening right?
The photographer Gjon Mili was hailed for his work illustrating entire sequences of human movement in a single image.
Gustav Mahler, famed Austrian composer and conductor, was somewhat of an anomaly in the classical music world. Although he produced highly impressive works throughout his lifetime, which straddled the line between tradition and modernism—including Symphony No. 2 (a.k.a. the Resurrection Symphony)—his body of work wouldn’t catch on until after World War II (more than 30 […]
Nashville is a great mid-South city rich in history, bursting with Southern hospitality and food and humming with a vibrant musical heritage. The town began with the settlement of Fort Nashborough, named for Revolutionary War hero Gen. Francis Nash. The city later became Nashville, home to President
Discover the fascinating story behind Dvořák's "New World Symphony" - his inspiration and why it gained such huge success.
Capturing the serene beauty of Scottish Coves, this exquisite print immortalises the breathtaking Mellon Udrigle Beach as it is bathed in the enchanting light of the golden hour. The piece is a vibrant ode to the whimsical dance of light and shadow that characterises the modern impressionist style, with a palette that encompasses the warm hues of the setting sun as it kisses the horizon, creating a symphony of amber, gold, and delicate pinks. In this idyllic scene, the sun's rays stretch across the sky in dynamic, radiant bursts, cascading their reflections onto the undulating waters below. The cove's landscape is depicted with a mosaic of fragmented brushstrokes, suggesting the rustic charm of the beach's rocky outcrops and the soothing rhythm of the receding tide. Each stroke of colour contributes to a textured tapestry, the violet shadows and turquoise depths giving way to the earthen tones of sand and stone. The interplay of light is masterfully rendered to evoke the sense of tranquility one finds when standing at the edge of the water, gazing into the vastness of the sea, embraced by the soft whisper of the wind. The composition invites the viewer to step into a moment suspended in time, a space where the hustle of modern life yields to the eternal allure of nature's grandeur. This print is a celebration of Scotland's majestic coastline, a portal to a place of both solace and inspiration, becoming not merely a feature on your wall but a window to the soul-stirring landscapes that define the Scottish highlands. Welcome the allure of this modern impressionist vision into your space, and let it transport you to the tranquil shores of Mellon Udrigle Beach at the most magical time of day.
Hoy y mañana se escuchará en Sevilla, a cargo de la Orquesta de Extremadura, la admirable Primera Sinfonía de Shostakovich. Por eso traigo ahora las notas que sobre la misma escribí para un concierto ofrecido por la Filarmónica de Gran Canaria el 16 de octubre de 2009. He modificado sustancialmente las primeras líneas, que enlazaban el texto sobre esta partitura con el resto de las notas al programa. _________________________________ Dimitri Shostakovich hizo gala de una asombrosa precocidad en su madurez artística: tan solo contaba diecisiete años cuando en 1923 comenzó a gestar su Sinfonía nº 1 en fa menos, op. 10. La partitura, en principio un mero trabajo escolar escrito con motivo de su graduación en el conservatorio de su ciudad natal, fue finalizada el 1 de julio de 1925 y estrenada el 12 de mayo del año siguiente por la propia Filarmónica de Leningrado bajo la dirección de Nikolai Malko, todo un lujo -costeado por la propia institución- para un joven que aún no era nadie en el mundo de la música. La obra, que triunfó de manera apoteósica en su estreno soviético y, un poco más tarde, en su ejecución por la Filarmónica de Berlín de la mano de Bruno Walter, ya resulta admirable no sólo por el pleno dominio de los recursos por parte de un adolescente, sino también por la redondez del resultado: de las otras catorce sinfonías que gestaría a lo largo de su dilatada carrera, muy pocas (Cuarta, Octava, Decimoquinta, por delante de las celebérrimas Quinta y Séptima) parecen abiertamente superiores a esta sensacional partitura. Pero es que además, pese a las más que comprensibles influencias que se van a detectar, en esta Primera Sinfonía Shostakovich nos ofrece ya una personalidad definida, siendo reconocible la mayor parte de los rasgos que van a identificar su labor creativa. Lo comprobamos ya en el burlón arranque del primero de los cuatro movimientos, que a pesar de su clásica estructura en forma sonata ofrece una discontinuidad y un deslavazamiento que, como ha señalado Leonard Bernstein (uno de los mejores traductores de la partitura y uno de sus más certeros estudiosos: las explicaciones que acompañan su filmación editada en DVD son fascinantes), ponen de manifiesto la rebeldía de un “niño malo” que intenta burlarse de la tradición y jugar con el oyente sorprendiéndole con desarrollos inesperados, defraudando sus expectativas y ofreciendo caricaturas donde se podría esperar -y más en una obra de graduación- un intento de desplegar brillantez sonora y profundidad dramática. Si la burla y el sarcasmo -más y más agrios conforme pasan los años- se van a convertir en auténtica marca de la casa, también lo son los aires cinematográficos y vodevilescos, incluso circenses, bien presentes en el tema marcial de este primer movimiento y en el vals (segundo tema de la forma sonata) que le sigue. Ambos parecen beber de las improvisaciones que el autor llevaba realizando desde 1924 frente a la gran pantalla, sin que podamos olvidar la más que obvia referencia al ballet Petrushka que Stravinsky había estrenado en 1911, tanto en lo que a la parquedad de su instrumentación se refiere -apenas hay tutti orquestales- y a su tímbrica descarnada, incisiva, como a los -más inquietantes que desenfadados- aires de teatro de marionetas: el recurso a lo guiñolesco como metáfora del ser humano va a ser otra constante en la obra de Shostakovich, desde aquí hasta el primer movimiento de su nihilista Decimoquinta sinfonía. A la influencia de Stravinsky se suma la de Sergei Prokofiev en el breve segundo movimiento, un Allegro que funciona a la manera de scherzo en el que de entrada sorprende el falso arranque a cargo de de violonchelos y contrabajos (la misma melodía pero con notas de diferente duración: nuestro gamberro autor pretende crear la impresión de que no saben tocar juntos). Tras esta broma se van a ir alternando un tema vivaz, humorístico, que ofrece la aparición -casi concertante, a la manera de la citada Petrushka- de un piano, y un tema lento (Meno mosso) más bien sombrío e inquietante, punteado por el triángulo y por los redobles de la caja. La crispación con la que terminan mezclándose los dos temas anuncia el giro que va a realizar la obra tras este movimiento, cerrado brutalmente por los golpes percutivos del piano: la sátira juvenil se va a transformar en un hondo patetismo de amplio aliento romántico. Efectivamente, un desolado solo de oboe abre el Lento, que nos adentra en un mundo de tristeza infinita que se hace aún más sobrecogedora cuando las trompetas nos conducen hasta un ominoso Largo cuya atmósfera enrarecida, patética y no poco nihilista, nos hace descubrir el más claro antecedente de la espectral Passacaglia de la Octava Sinfonía, si bien aquí el tema no permanece en pianísimo sino que por momentos se transforma en una áspera, tensa y rebelde marcha fúnebre, otra de las fórmulas que se va a convertir en identificativas del compositor (fundamental en la sinfonías Cuarta, Undécima y Decimoquinta, por ejemplo). Sea como fuere, el buen melómano podrá percibir que dicha fórmula nos habla, en esta obra temprana, de la gran influencia que planea sobre todo este movimiento: la de Gustav Mahler, claro está, a la que hay que añadir la de un Richard Wagner -hay citas más o menos directas del Anillo y de Tristán- , compositor que llegó a Shostakovich filtrado a través del autor de La Canción de la Tierra. Un largo redoble de caja nos hace pasar sin cesura alguna al último movimiento, que enlaza con el anterior no sólo en su material temático, sino también en el marcado carácter trágico que lo impregna. En él la atmósfera se va enrareciendo poco a poco hasta que la tragedia que se ha venido mascando desemboca en un pasaje lleno de crispación y visceralidad, con chirriantes figuraciones en la cuerda y la significativa recuperación de un piano percutivo. Tras el estallido de toda la tensión acumulada se produce una dramática e inesperada ruptura del discurso musical a cargo de un solemne solo de timbal que retoma, invertido, un motivo rítmico del anterior movimiento. Un doliente solo de violonchelo conduce a un apasionadísimo pasaje digamos “romántico” (según Bernstein nueva cita del Anillo, más concretamente del despertar de Brunilda) tras el que parece salir la luz, brillando la orquesta, por primera vez en la partitura, con el más resplandeciente fulgor sinfónico. No nos engañemos: se trata de un falso final feliz, el primero de los muchos que se podrán encontrar en la obra del compositor, en el que una forzada explosión triunfalista -en la coda hay más frenesí que carácter afirmativo- intenta ahogar el lamento y congoja.
As the soft whispers of dusk fall upon Nairn Beach, a tapestry of geometric harmony begins to unfold in this evocative cubist-inspired print. It captures a Scottish shoreline transformed into an orchestrated array of angles and shapes, breathing abstract beauty into the tranquil scene. The piece bathes in a palette where the cool blues of the sea meet the warm embrace of the sunset—a symphony of pastel pinks, deep violets, and muted oranges that divide the canvas into a mosaic of light and shade. Silhouetted figures blend into the scenery, elongated and fragmented, much like the reflections that dance across the wet sands and gentle ripples of the sea. Three sailboats dominate the seascape, their sails a vivid contrast of fiery red, cutting through the soothing backdrop like gemstones set in a delicate piece of jewellery. The boats’ reflections are captured in the water, echoing the geometric fragmentation that is characteristic of the cubist style. In the background, the distant hills emerge, rendered in hues that layer distance upon the canvas, suggesting depth in a world that defies traditional three-dimensional representation. The beach itself, a mirror of textures and tones, curves gently into the distance, inviting the viewer to a contemplative walk along its shoreline. This print offers a unique and contemporary perspective on the classic beauty of Scotland's beaches, making it a perfect addition for those who appreciate the convergence of nature and avant-garde artistry in their living spaces. Whether by day or in the quiet moments of twilight, let this rendition of Nairn Beach at dusk bestow upon your walls an enduring sense of peace interlaced with modernist charm.
Do you have a small room that feels cramped and cluttered? Do you wish you had more space to breathe and relax? If so, you are not alone. Ma...
Explore the Melbourne Symphony Orchestra's 2014 Season.
Earlier this month, the Barbican announced temporary closure in response to Covid-19, which meant immediate cancellation of the London Symphony Orchestra Barbia
Symphony Logo designed by Redone Kun. Connect with them on Dribbble; the global community for designers and creative professionals.
There’s much more to the Austin Symphony Orchestra than what you see during a performance. Take a step backstage with us to see where the magic begins.
My small study painting for a larger version based on a photo by Mikey Goldin. See my Pop Art at www.howiegreen.com