Con demasiada frecuencia tenemos una mala impresión sobre las personas solo por su apariencia. En cuestión de segundos solemos “etiquetar” a la gente: él es un perdedor, este tipo es un delicuente o un alcohólico, son unos malos padres, que chico incompetente, etc. Pero, lo más probable, es que con mucha frecuencia nos equivocamos al juzgar.