A nadie se le ocurriría dejar la carne o el pescado frescos fuera de la nevera. Y es que el frigorífico se inventó para algo. La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) nos lo explica así: entre los 5 y los 65ºC, la mayoría de microorganismos potencialmente patógenos crecen y se multiplican rápidamente.